Segundo día en Roma y la jornada comienza temprano por dos razones. Porque quien madruga se ahorra colas y porque anunciaban tormenta para la tarde. Si uno cuenta con menos de 48 horas para conocer un destino como la ciudad eterna, tiene que aprovechar al máximo cada minuto.
48 horas en Roma, y cómo escapar de los turistas II
Viajar a la capital de Italia y no ver el Coliseo es como no haber ido a Roma, así que hacia allí dirigí mis primeros pasos. No tenía previsto entrar, pero sí quería ver de cerca uno de esos míticos edificios que una ha admirado tanto en fotos y videos.
Como era de esperar, ya había mucha gente que se había levantado aún más temprano que yo, pero mientras ellos hacían su cola en taquilla, yo decidí rodear el monumento de casi 2 mil años de antigüedad por su lado izquierdo.
Y mira tú, resulta que por una de sus puertas se podía ver parte del interior del recinto.

Por supuesto, me quedé con la boca abierta ante lo que estaba ante mis ojos, porque no sólo era el Coliseo, también era el Arco de Trajano y lo poco que pude alcanzar con la vista del Foro Romano y el monte Palatino.
Estaba pisando historia pura, la de uno de los Imperios más grandes y poderosos.

Me quedé con las ganas de entrar y ver todo el conjunto de la Antigua Roma, pero preferí sacrificar esta visita para dedicarle más tiempo en una próxima oportunidad (porque estoy segura de que en algún momento volveré)
Mirando por el ojo de la cerradura
Mi objetivo ahora era llegar a la Plaza de los Caballeros de la Orden de Malta. Me habían dicho que quedaba un poco lejos, pero que merecía la pena asomarse por el ojo de la cerradura de una de las puertas, para contemplar una imagen poco común de la cúpula de la Basílica de San Pedro.
Tomé la Vía di San Gregorio y llegué hasta el Circo Massimo, que no tiene atractivo alguno. Tampoco había señales que me indicaran hacia dónde debía seguir y el mapa que tenía y nada era más o menos lo mismo.
Una chica italiana se detuvo y me preguntó si necesitaba ayuda, cuando le indiqué dónde quería ir me dijo que era muy lejos y muy difícil llegar, pero con suerte podía lograrlo!!!!!

Después de memorizar sus indicaciones en una mezcla de italiano, inglés y español, decidí entrar a una cafetería que lucía muy bien, justo a la salida de la estación de metro Circo Massimo, y en la que sólo había locales.
Pedí un capuchino y una especie de napolitana de crema (cornetto), todo del 10. Por sólo 1,90 euros ya había recargado suficiente las pilas para lanzarme a mi particular “aventura”
Colina de Aventino, ruta para escapar de los turistas
Quería huir de los turistas y esta ruta por la colina de Aventino era hecha especialmente para mí, porque creo que no me crucé con más de 2 ó 3 foráneos en mi camino (Vía di Santa Prisca).
Esto también me hizo pensar en algún momento que estaba totalmente perdida, pero como la calle era bonita y flanqueada por elegantes villas me lo tomé con calma.

Roseto Comunale
Tuve mi recompensa porque de repente me vi en la entrada del Roseto Comunale, un enorme jardín que reúne más de 1.200 especies de rosas (entre botánicas, antiguas y nuevas) y que sólo se puede visitar de mayo a octubre.
La entrada es gratuita, abre entre las 8:30 y 19:30 horas, y merece la pena dedicarle algo de tiempo. Dónde está: Este jardín tiene dos accesos. 1) Via di Valle Murcia, 6 y 2) Clivo dei Publicii, 3.

Muy próximo al Roseto está la Vía Santa Sabina y cuando llegué aquí supe de inmediato que mi “meta” estaba cerca porque nuevamente me encontré con seres humanos con cámaras de fotos al hombro.
Piazza dei Cavalieri di Malta (Plaza de los Caballeros de Malta)
En efecto, a un par de manzanas estaba la famosa plaza y pude disfrutar de las vistas, no una sino hasta tres veces porque aquí llega muy poca gente y la mayoría lo hace en coches de pequeños tour guiados.



En los alrededores de la Piazza dei Cavalieri di Malta, también es posible visitar la Iglesia de los Santos Bonifacio y Alessio y la de Santa María del Priorato, la Basílica de Santa Sabina (al lado de la Presidencia del Consejo de Ministros), el Jardín de los Naranjos y la Piazza Fiorenzo Fiorentini.
Por cierto, el Jardín de Los Naranjos no sólo es un lugar ideal para descansar o comer algo. También tiene un mirador con unas panorámicas de Roma como para disfrutar con calma.


Boca de la Verdad
Satisfecha tras la misión cumplida, decidí callejear sin rumbo fijo a ver qué otras sorpresas me deparaba Roma. Y así fue como me encontré de reprente frente a la Iglesia Santa María in Cosmedin.
No sé si la mayoría de los visitantes llegan a entrar a la misma. Sin embargo, sí pagan y hacen la cola con el único fin de hacerse una foto con la mano dentro de la Boca de la Verdad.
¿Alguien habrá probado a decir una mentira a ver si la boca se cierra, como cuenta la leyenda?!!

Campo di Fiori
Como en este punto el cielo empezó a encapotarse, decidí que lo mejor era intentar llegar lo antes posible a Campo di Fiori, una de las plazas más famosas de la ciudad, a ver si todavía estaban abiertos los puestos del mercado.

Desde 1869, y de lunes a sábado, se instalan aquí vendedores con una gran variedad de productos, aunque en la actualidad destacan dos especialmente: las flores y las pastas de decenas de tipos y colores que, al parecer, sólo compramos los visitantes.

La lluvia me permitió hacer unas pocas fotos antes de tener que buscar refugio en uno de los restaurantes que rodean la plaza.
Me lo tomé con resignación y me premié con una comida en condiciones, que fue menos dolorosa para mi presupuesto de lo que esperaba, aunque aquí bebí el peor capuchino y el más caro de mi estancia romana (3 euros)
Iglesia San Ignacio de Loyola
Mi primera parada tras el descanso obligado fue la Iglesia de Sant’ Ignazio di Loyola, donde el protagonista es el fresco de su bóveda (Apoteosis de San Ignacio), además de su cúpula y su suntuoso interior.

Como anécdota turiscuriosa leí que, ante la falta de dinero los constructores, se vieron obligados a dejar la iglesia inacabada, quedando por concluir la cúpula.
La solución temporal fue «cerrarla en plano» y pedirle al arquitecto, pintor y jesuita italiano Andrea Pozzo que pintara una falsa cúpula. El resultado fue una perspectiva muy ingeniosa que cambia a medida que uno se aproxima.

La milla de oro y la Plaza de España
Aunque ir de compras no es algo que tenga en mi lista de prioridades cuando viajo, no se puede evitar mirar los expositores de las tiendas si vas paseando por Vía del Corso.
Y mucho menos si caminas por la calle más cara de Roma, la Vía dei Condotti, donde se concentran las más reconocidas marcas internacionales del mundo de la moda.
Aquí también está el Antico Caffé Greco, con más de 250 años de historia y una extensa lista de celebridades entre sus clientes.

Todo lo bueno tiene un final, y en mi caso, mi fugaz visita de 48 horas a Roma acabó en las escalinatas de la Plaza de España, tras ascender los 135 peldaños de su muy fotografiada y filmada escalinata.

La ciudad eterna me dejó un buen sabor de boca y con ganas de repetir, pero eso sí con más tiempo y, por supuesto, fuera de temporada.
Aunque como pude comprobar, sí es posible escapar de los turistas, por lo menos a ratos.
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Hola! Me han gustado mucho ambos post.Creo que Roma caerá pronto y tu alternativa huyendo de los turistas me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo! Saluditos
Hola! Muchas gracias a ti por tu comentario. Espero que mis tips te sean útiles cuando recorras la ciudad. Roma bien vale al menos una visita y si deseas alguna información adicional, porque siempre se queda algo en el tintero, no dudes en contactarme a través del correo electrónico, si lo prefieres. Gracias de nuevo por pasarte y tomarte unos minutos para leer mis posts. 🙂
Vaya exposición más chuli En Roma siempre encuentras algo digno de ver.Yo iria cada mes
Muchas gracias!! En Roma, seguro. Sí que te quedas con las ganas de repetir porque hay demasiadas cosas para ver y disfrutar.